VIDEO | Sincericidio: Virginia Gallardo, candidata de LLA, admite que no está preparada para ser legisladora

Virginia Gallardo ha intentado comprar credibilidad para La Libertad Avanza reconociendo sus propias falencias: “Seguramente no soy la mejor política que tengan, pero estoy dando lo mejor que puedo”. Pero esa confesión, lejos de exponer carácter, desnuda una carencia estructural del espacio libertario: que no tienen rumbo solvente más allá de la retórica. En vez de prometer certezas, ofrecen confesiones como recurso; y eso es grave en un partido que aspira a gobernar.
La candidata insiste en mostrarse auténtica: “Soy esto. Seguramente me vengan a buscar y no me importa. Hay que hacer las cosas bien”. Pero esa “autenticidad” —vendida como virtud— termina convirtiéndose en excusa. Si “ser uno mismo” significa carecer de formación política o teoría de Estado, no basta con la intención: se necesita proyecto, capacidad y respaldo institucional. En sus palabras no hay autoafirmación de una fortaleza, sino reconocimiento tácito de debilidad.
Este archivo de Virginia Gallardo es fenomenal. "Yo quiero ser senadora, ganan 9 millones, no trabajan y encima se venden"
— Arrepentidos de Milei (@ArrepentidosLLA) August 18, 2025
Era posta nomás. Milei y Almirón le dieron el gusto, ENCABEZA la lista como DIPUTADA NACIONAL por Corrientes. Mamita pic.twitter.com/Ilu5ioVuMT
Lo que debería llamar la atención es que esta autocrítica pública coincide con un timing electoral: apenas dos semanas antes de las elecciones legislativas. Es decir, cuando los votos se ponen en juego, LLA deja de proyectar certezas y empieza a exhibir dudas. Que una candidata salga a declarar “no soy la mejor política” cuando aspira a representar una Provincia revela que la apuesta no está en convencer con propuestas, sino en seducir con humildad. Eso puede funcionar como estrategia mediática, pero no como política responsable.
Además, Gallardo menciona su vínculo con Corrientes: “Nunca dejé de venir. Gracias a Dios hay otra vida más sana en esto de compartir la naturaleza y la familia”, como si residiera ahí su capital simbólico. Esa apelación sentimental a lo local no construye un programa: sólo decora una candidatura con imágenes bucólicas. Es más espectáculo que contenido, una forma liviana de rellenar un vacío ideológico.
La consecuencia de estas posturas —esta autodevaluación pública aderezada por retórica emotiva— es que LLA aparece como un movimiento desprovisto de autoconfianza sólida. Si sus propios candidatos reconocen sus límites, ¿cómo persuadirán a los electores de que son capaces de gobernar?
Se vuelve urgente que dejen de depender de “sincericidios” y comiencen a ofrecer sustancia: formación política, equipos técnicos, propuestas concretas. Porque no basta con “dar lo mejor” cuando la oposición ya ofrece hoja de ruta.