La escritora Carolina Zamudio volvió a sorprender con una publicación única


Muchas veces no tomamos noción de la gran cantidad de buenos representantes que tiene Argentina a lo ancho del planeta, y más importante es aún la significancia de una escritora como Carolina Zamudio, nacida en Curuzú Cuatiá, Corrientes, y que lleva recorriendo su prosa por muchos lugares del mundo.
Hoy, viviendo en Uruguay, Carolina no deja de pensar, recordar, en su tierra, en sus primeros pasos, y qué mejor que volver a Corrientes para presentar en sociedad su décimo libro, "La extensión del deseo", un poemario en prosa, que sigue demostrando su talento sobre el papel (o por dónde elijan sus lectores disfrutar de su arte).
El pasado 26 de marzo, en la "República de Corrientes" (como a muchos oriundos de la provincia gustan llamarla) y en el Museo de Bellas Artes "Juan Ramón Vidal" con una sala llena, y con la presencia de autoridades, poetas, intelectuales, amigos y familia, más cobertura de medios de prensa, Carolina realizó el lanzamiento de "La extensión de un deseo".
Luego de su presentación, su paso por su querido Curuzú Cuatiá, charló acerca de su décimo libro, sus motivaciones a la hora de crear y sus sensaciones en una nueva presentación de una nueva obra.
- Contame acerca de "La extensión de un deseo", el décimo libro.
- En principio (y no porque sea el más reciente) es un libro con el que estoy muy conforme y que me viene dando muchas satisfacciones, en términos de reseñas y devoluciones de los lectores.
“La extensión de un deseo” es un poemario en prosa que principalmente indaga sobre la escritura desde una voz en primera persona, con un mecanismo que tiene mucho de monólogo interior y cierto tono reflexivo, por momentos quizás más propio del ensayo que de la poesía.
Se entabla, además, una suerte de conversación con escritores y pensadores de todos los tiempos, introduciendo citas suyas con las que se dialoga, incluso contradiciéndolas o, mejor, interpelando para que el lector pueda sacar sus propias conclusiones desde ese diálogo.
- ¿Qué otros libros has escrito para el público que quizás no te conoce?
- Entre otros, he escrito “La oscuridad de lo que brilla”, “Vértice”, “Las certezas son del sol”, “Rituales del azar”, “Teoría sobre la belleza”, "El propio río” y “La timidez de los árboles”.
Se trata de libros de poemas pensados en general como un conjunto temático, aunque también algunos son antologías. Se publicaron en Argentina, España, Uruguay, Italia, Colombia, Estados Unidos, Ecuador, Francia, Perú y Bolivia, entre otros.
En algunos casos, algunos de ellos fueron también re editados en otros países. Parte de este material está disponible en bibliotecas, revistas digitales y en papel del mundo, mis redes sociales y también en ciertos estudios académicos.
- ¿Dónde nace la inspiración a la hora de escribir?
- Justamente en este libro digo que no creo en la inspiración como tal, sino solamente en aquella a la que le sigue la exhalación… Si bien no se trata de una afirmación categórica, sí de una duda que me lleva a pensar constantemente en el proceso de la escritura, en la necesidad de que haya mucho más trabajo que esa idílica "inspiración".
Claro que hay en la poesía, en lo que resulta en ella, circunstancias que conmueven, temas que nos obsesionan y movilizan, pero creo mucho más en la creatividad, el talento (innato o adquirido) y el esfuerzo para encontrar un propio estilo, no importa el género.
Considero, también, que el poeta está escribiendo continuamente aunque no lo haga de forma literal, mediante el lenguaje en un texto. Se vive en estado de poesía. Al respecto, “De la fiebre a la sequía de palabras, la literatura es siempre un compás de espera”, plantea la voz poética en este último libro.
- Desde tu experiencia... ¿Qué género atrae más público?
- Probablemente la narrativa, porque la oralidad que cuenta una historia es el lenguaje de lo cotidiano, lo que traemos de la infancia y perpetuamos en los relatos que nos vamos haciendo unos a otros cada día de nuestras vidas. Además, basta con mirar el mercado editorial (lo que publican masivamente las grandes editoriales) para saber que la narrativa vende mucho más que otros géneros.
Afortunadamente, existen otras personas que insisten con la poesía y otros géneros que son más de elite o marginales, por decirlo de algún modo, que muestran búsquedas estéticas diferentes que también dicen de nuestro tiempo desde otras aristas. Y también editoriales que, en mayor o menor medida de acuerdo a los países, lo publican.
- ¿Qué recuerdos tenés de Curuzú?
- Tengo los recuerdos más gratos de mi infancia y adolescencia en Curuzú, de la escuela pública que me formó, de otras actividades que complementaron mi sensibilidad e inquietudes, como la danza o el canto, entre otras, que pude disfrutar en una ciudad caracterizada por el gusto por el arte y su realización.
La infancia funda de alguna forma la tarea del escritor y me siento muy afortunada de haber crecido en ese ambiente, que si bien no fue perfecto, permitió que me relacionara con personas de diversos orígenes que confluían en esa cercanía tan particular que tienen las ciudades pequeñas.
Probablemente en todo lo escrito hasta ahora aparezca esa etapa fundacional, la infancia, pero particularmente en “La timidez de los árboles”.
- ¿Cómo vivís estas presentaciones de libro, más en Corrientes, son como un mimo a tus textos?
- Afortunadamente tuve posibilidades de presentar mis libros en diversos países y circunstancias, ferias de libros, festivales de poesía, entre otras instancias. Poder haberlo hecho en ACYAC, en Curuzú, donde además presenté hace ya varios años mi primer libro y adonde volví ahora con este, y en Corrientes por primera vez, fueron instancias muy emotivas y de gran compromiso por parte de los presentadores y organizadores.
Siempre las presentaciones son una satisfacción porque quien escribe y edita busca entablar una comunicación mediante el lenguaje con el lector, y estas presentaciones lo logran de manera tangible.
Y dan ánimos para continuar en este oficio que no siempre es fácil, pero en el que se deja alma y vida, en tanto se vive la poesía como un propósito al que hay que atender.